Una narrativa corta.
Cuando me canso de pasar de una partitura a otra para disfrutar de la guitarra me traslado a pensamientos de hechos diversos de la vida y entre otros aparecen en mi mente los múltiples cuadros que pinté cada uno con su motivo.
Uno de ellos representa una escena canaria en reconocimiento a la casi media vida en tierra guanche que a su vez recordaba las costumbres asturianas de la tierra de mis padres y en concreto de una aldea llamada Villar de Tejón donde nació mi padre.
Mi padre contaba cosas de mi abuelo que me llamaban la atención porque decía que además de ser un hombre solidario, era hábil, hacía de todo, no solo las labores agrícolas y el cuidado del ganado que en aquellos tiempos era el modus vivendi de la gente del campo sino también funciones manuales, de amanuense, carpintero, médico o veterinario según la necesidad que la gente del pueblo le solicitaba a los que siempre de una manera generosa ayudaba por el día o por la noche y allá iba con el candil de carburo para iluminar el camino de esos recónditos parajes.
Todo esto lo cuento porque cuando pintaba este cuadro al óleo lo hacía con amor pensando en el lugar de donde vengo tanto es así que una vez terminado lo envié a la “Casa de los Auteiros” así es como llamaban a la casa de mi abuelo y allí se encuentra como agradecimiento a mis antepasados en el mismo hogar donde vive mi estimado primo que lo guarda junto a su querida familia.
La familia y en particular los padres siempre están en nuestra sangre a veces sus costumbres y energías renacen para hacerle a uno la vida más grata y sostenible.
P.D. dedicado a Daniel Menendez Negron.
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