miércoles, 29 de enero de 2025

"We Are the World” en la Tertulia literaria de Justo Sotelo

 



Justo Sotelo

Un 28 de enero de 1985 la música y la solidaridad escribieron una página inolvidable en la historia. Michael Jackson, Lionel Richie, Tina Turner, Bruce Springsteen y Bob Dylan, entre otros, se reunieron en los estudios A&M de Los Ángeles para grabar "We Are the World". Cuarenta años después, de manera más modesta, mis amigos y yo nos reunimos en nuestra tertulia virtual para hablar del mundo actual y de su futuro, que gira en torno a la Inteligencia Artificial, IA. Gracias a Zoom y a las palabras del catedrático de literatura 

German Gullon, que vive en Amsterdam, ayer por la tarde los tertulianos estuvimos en los Países Bajos, Italia, México, Francia, Alemania y por supuesto España (Tenerife, Sevilla, Málaga, Zaragoza y Madrid). En los años 80 el mundo miraba con horror las imágenes provenientes de Etiopía y otras regiones de África, donde millones de personas sufrían los estragos de una terrible hambruna. La canción, escrita por Michael Jackson y Lionel Richie, producida Quincy Jones, se convirtió en un himno que trascendió fronteras. "Deja tu ego en la puerta", rezaba el cartel colocado en el estudio aquella noche. Ayer Germán nos habló del libro "Autocracia", de Anne Applebaum, y a partir de ello tuvimos una apasionante y apasionada tertuliana donde intervinimos todos (Mariola Satorre, Javier Del Prado Biezma, Almudena Mestre, Miguel Ángel Yusta, Javier Pérez Bazo PB, María Victoria Huertas, Pilar S. Tarduchy, Oskar Rodrigañez, Mercedes, Chema Menéndez, Francisca Arias, Antonio Banus, Françoise Mascaraque, Mariwan Shall, Presina Pereiro, Rosa Vidal Vicen, Miguel Ángel Martínez, José Antonio Sánchez-cid, Peter Redwhite, Eduardo Larrocha, Isabel Fernández Bernaldo de Quirós y hasta mi hijo, a pesar de que estaba a otras cosas), para hablar del mundo en estos tiempos, atravesado por la Cuarta Revolución Industrial y un renacimiento de los anacrónicos populismos que no sabemos bien hacia dónde nos conducen, pero convencidos de que el pensamiento y la conciencia críticas, la educación desde la escuela y la solidaridad son las que darán sentido, por encima de todo, al bienestar, la paz y la belleza en el mundo.

Os invito a todos a que cantemos, juntos, esta canción:

https://www.youtube.com/watch?v=499GB-HJcbc




                                                                            Chema Menéndez

Que interesante fue esta tertulia. Importantes las intervenciones de los participantes alrededor del libro Autocracia S.A. presentado por German Gullon y coordinado por Justo Sotelo. El libro de Anne Applebaum describe un mundo en el que las autocracias colaboran para mantenerse en el poder promover su sistema de cualquier manera y perjudicar a las democracias. Es el mundo en que vivimos del que debemos despertar y darnos cuenta de que la solución la tendremos consiguiendo una Educación que nos lleve a un nivel intelectual en el que prepondere el Pensamiento critico de los ciudadanos.



¿Qué podemos hacer para fomentar el "pensamiento crítico" en el S.XXI en todos los sentidos, político, económico, cultural sin hacer peligrar el progreso del mundo democrático?
El martes por la tarde German Gullon nos presentó en la "Tertulia de Justo Sotelo" el libro "Autocracia S.A." escrito por Anne Applebaum, ganadora del Premio Pulitzer 2004 y del Premio de la Paz de los Libreros Alemanes 2024. En este libro, la autora analiza cómo los regímenes autoritarios modernos han creado redes transnacionales para desafiar la democracia. A través de casos reales y contemporáneos, Applebaum demuestra que no hay un único líder al frente de estas dictaduras, sino redes sofisticadas compuestas por estructuras financieras cleptocráticas, dudosos servicios de seguridad y propagandistas profesionales.
Estas redes no solo operan dentro de un país, sino que también se conectan con sus homólogas en otros territorios. El libro también aborda cómo estas autocracias utilizan la propaganda y la desinformación para difundir mensajes que debilitan la democracia y promueven la corrupción. Applebaum menciona figuras como Trump y Putin como ejemplos de autócratas modernos. La autora acude a sitios fiables para tomar la información y más concretamente los datos que presenta en su libro.
En junio 2024, German Gullon publicó un ensayo titulado "España, juguete del oportunismo" en el que Gullón ofrece una valiente crítica de la política en la España actual. Además, presenta una propuesta original para utilizar la cultura como un freno al frentismo político. El ensayo es un reflejo de su compromiso con la integridad de la cultura literaria española y su deseo de influir positivamente en la sociedad a través de la literatura y la crítica.
A raíz de la magnífica, clara y concisa presentación de Germán Gullón, la tertulia giró alrededor del concepto del pensamiento crítico y cómo es posible desarrollarlo en pleno 2025. El mundo de las ideas centró el meollo de la cuestión. Lo importante es hacernos cosmopolitas, desarrollar un pensamiento y conciencia que hasta la fecha de hoy la Inteligencia Artificial todavía no puede hacer y entrar, por último, en un estado de ánimo crítico como nos comentó Gullón.
No podemos frenar los avances científicos y técnicos del XXI; la Inteligencia Artificial invade el mundo. La propia IA puede crear inteligencia artificial; la IA es capaz de imaginar cosas nuevas y se maneja por sí sola; llega a tener capacidades humanas y es un instrumento lingüístico muy potente.
Posiblemente si ayer hubiera estado en la tertulia un icono de la Inteligencia Artificial podría haber depurado la información de todas las conversaciones que se mantuvieron hasta incluso podría haber priorizado lo más importante de cada intervención y haber hecho un resumen. https://www.zoom.com/es/ai-assistant/ German Gullon nos recordó uno de los libros de IA más interesante del momento que está leyendo “Cointeligencia. Vivir y trabajar con la IA” de Ethan Mollick publicado por Conecta en 2024.
Para fomentar el "pensamiento crítico" en nuestra sociedad cada tertuliano opinó y expuso sus reflexiones y comentarios a los demás con talento y mucha inteligencia. Personalmente creo y pienso que en el mundo globalizado en el que vivimos todo está interconectado y cada vez más. Eso supone un fenómeno que se fue extendiendo y profundizando a partir de la segunda mitad del siglo XX, y adquiere cada vez mayor fuerza. Por ejemplo: las redes sociales, los tratados de libre comercio, las compras por Internet. Lo importante es defender cada uno desde donde pueda y desde el nivel al cual tenga acceso, que la educación se transmite a través de las ideas para abordar el conocimiento y para incitar el pensamiento y al espíritu crítico. En la educación se debería incidir en la reflexión, la comunicación, el juicio y el análisis de la realidad que acontece y de los hechos que suceden en nuestro mundo fomentando los valores y la cultura en general.
Ayer por la tarde se hablaron y debatieron cuestiones y temas muy importante en una tertulia interconectada en casi 25 tertulianos de todas las partes del mundo. Una simple ventanita nos unió durante casi 2 horas para ampliar y debatir el concepto de la intelectualidad en el XXI y el cambio que supuso con respecto siglos anteriores, el compromiso del intelectual, las redes sociales, la crítica literaria, el bienestar social, las democracias vs. autocracias, los medios de comunicación, la educación en nuestro país y cómo no, el poder que rige el mundo en pleno siglo XXI. Gracias Justo Sotelo por hacer posible estas tertulias tan maravillosas e interesantes desde hace años y por tus reflexiones sólidas; gracias German Gullon por tu presentación del libro y la propuesta de vías diferentes para abordar la situación del XXI que acontece en el mundo entero; gracias por vuestras ideas, reflexiones, comentarios queridos tertulianos Javier Del Prado Biezma, Antonio Banus, Eduardo Larrocha Carbajo, Mirta Amanda Barbonetti, Javier PB, Francisca Arias Tovar, Mariola Satorre, Mercedes, Chema Menéndez,etc. y gracias a los aquellos que escucharon a los demás y prestaron la atención que merecía el debate de la tertulia virtual de ayer. Un beso a cada uno.

German Gullon
Como siempre estupendo tu resumen y propuestas. Un breve apunte: la conciencia crítica sólo puede crearse quitando al yo de delante. Cerrándole el paso a todas las ideas que te llegan a la mente, que suelen ser dictadas por el yo, un deseo de identificarte como un ser singular. Probar tras la lectura de un texto, dejando por un momento que las ideas reposen, entonces podemos buscar un momento de calma, sin ideas, y allí asomará la conciencia.
Galdós describió maravillosamente ese estadio en La desheredada, una de las mejores novelas europeas de su tiempo.
La tertulia del martes pasado: la conciencia de la conciencia.
La intensa tertulia de ayer la abrió el invitado German Gullon sobre la autocracia y populismo, y su peligroso camino de hacer temblar a los pilares del mundo democrático.
Aquí solo intento hablar de un aspecto del asunto que hable en la tertulia: la ausencia del intelectual público y del espíritu libre.
Primero tenemos que empezar por esta pregunta: ¿Qué ha pasado para que el gran intelectual, ese personaje totémico que, con razón o sin ella, dominaba el debate público y, en cierta medida, marcaba sus temas, haya ido perdiendo relevancia? O ¿por qué su figura ha vivido un declive en las últimas décadas?
Hoy parece claro que son otros, los economistas propagandistas, los gurús de internet, reseñistas de las redes sociales, celebridades televisivas sin méritos, quienes consiguen llamar más la atención y establecer los temas de conversación.
La pedagogía que formaba al hombre con lo escrito se ha sustituido por otra en la que impera la voz del mercado y del dinero. Y los "nuevos educadores" han dejado ya su huella en los hombres de hoy día.
Los políticos, los medios de comunicación, los tertulianos, se han convertido en gente que solo habla de cuestiones técnicas, de datos. Que el experto se haya vuelto imprescindible, es fruto de la idea totalitaria de la política actual.
Los intelectuales que han cambiado nuestra visión del mundo, como Camus, Russell, Popper, y los grandes espíritus libres que seguimos respetando, no hablaban de aspectos técnicos, hablaban de aspectos morales, filosóficos, incluso artísticos o literarios. Era gente de lo que antes se llamaba “del espíritu”, no de la materia.
Cuando hablo de un auténtico intelectual de otra época, no me refiero al que tenía una extraña serenidad que inundada su rostro, ni al que en sus ojos asoma a la Paz de un sueño alcanzado o un amanecer definitivo como lo era Asís. Más bien me refiero a la mente desinteresada que va más allá de los intereses materiales, que confía en algo más grande que nuestra tendencia a controlarlo todo,
El héroe de su propio destino, la sensibilidad de creación de sí y el descubrimiento de una nueva compresión con la sociedad, aquél que en el principio desinteresado de los problemas de su tiempo, más preocupado por la salvación personal, y más tarde cuando regresa, descubre que la salvación para él se encuentra en el compromiso con la colectividad. Así, no es la política lo que le interesa, sino las cuestiones suscitadas por ella para alcanzar algo más importante: la libertad. Tener voluntad para interiorizar su mirada en una sociedad donde todas las miradas se dirijan hacia el exterior.
Su transformación pasa por recuperar la esencia, la fe en el ser humano. No busca la soledad, sino cambiar de aires, romper con la hipocresía y encontrarse así mismo, recuperar esa humanidad que hemos dado por perdida, y que no encontramos en los libros que hemos leído, palabras escritas que se le antojan como papel muerto, insignificante.
Más que intelectuales, eran esos individuos que dijeron basta, y reivindicaron la frescura de la realidad abierta ante ellos para empezar a reflexionar sin necesidad de recurrir a ideas, y buscaron más allá del muro de los teóricos el sentido de la vida y del ser humano.
El heroísmo del espíritu libre aparece como una oposición del hombre libre contra otras “morales heroicas” predicadas por discursos populistas.
Repito lo que dije hace mucho tiempo por aquí:
Todos vamos por la misma dirección, y si nos gusta una idea que no está de moda entre los cultos, la ignoramos y la ocultamos. Y si no estamos de acuerdo con la protesta que aúna a millones, no importa, nos incluimos en ella. Nos estamos deshaciendo en la multitud, lo cual hace al individuo completamente irresponsable, a la vez que se aleja de sus conclusiones propias, es decir, de sus singularidades, para volver a lo general..

miércoles, 15 de enero de 2025

100 años de Yukio Mishima. Por Rafael Narbona


 

Tuve ocasión de conocer a un ser de gran humanidad Rafael Narbona Monteagudo --escritor, profesor de filosofía y critico literario-- a través de sus entrevistas en la presentación de su libro "Maestros de la felicidad" un ensayo que ayuda a transmitir esperanzas, sobre todo a los que se han acostumbrado a vivir en la desesperación y han olvidado que el mundo es un surtidor de prodigios. Esta obra es su última clase una lección que desearía ser luminosa, alegre y nada tediosa, según sus propias palabras. Una obra que nos lleva "De Sócrates a Viktor Frankl, un viaje único por la historia de la filosofía.
Después de leer el impresionante escrito en El Cultural por Rafael Narbona y que reproduzco literalmente he de reconocer que hace años tuve la oportunidad de visitar Japón y recuerdo que me causó gran impresión el Campus de la Universidad más antigua de Tokio de alto nivel que recorrí hasta el Edificio Central donde tuvo lugar la muerte ritual en el 1970 del celebre escritor Yukio Misima. Acompaño también la fotografía del "Pabellón Dorado" una de sus obras más conocidas.
100 AÑOS DE MISHIMA: DE LA GLORIA LITERARIA AL SUICIDIO POR SEPPUKU
Tal vez el mayor mérito de Mishima fue plasmar el carácter aterrador de la belleza
“Quiero hacer de mi vida un poema”, escribió Mishima, pero lo cierto es que su trayectoria vital se pareció más bien a una tragedia con tintes de farsa. Débil, inseguro y neurótico, Mishima se sometió a partir de los treinta años a un durísimo entrenamiento con pesas para fortalecer sus músculos y aprender a manejar la espada samurái. Ser un guerrero casi siempre es el sueño de todos los hombres frágiles o con graves problemas de autoestima. Cuando el 25 de noviembre de 1970 se abrió el vientre en el cuartel general de Tokio en presencia de su comandante e inmediatamente después su camarada Hiroyasu Koga lo decapitó, quizás pensó que protagonizaba una muerte heroica, pero su gesto solo sirvió para evidenciar su inestabilidad psíquica y desdibujar su obra literaria. Antes de que Hiroyasu propinará el tajo fatal, Masakatsu Morita intentó decapitar al escritor en varias ocasiones, sin lograr otra cosa que infligirle horribles heridas. Morita murió de la misma forma que Mishima: se abrió el vientre y Koga le cortó la cabeza para evitar una lenta agonía. Después, Hiroyasu se entregó con lágrimas en los ojos. No por la muerte de sus amigos, sino por la impotencia que le producía haber prometido conservar su vida para contar lo sucedido.
Yukio Mishima sabía que su sacrificio sería inútil, que el Japón feudal no regresaría, que el crisantemo había derrotado definitivamente a la espada. A pesar de todo, ¿quiso dejar un testimonio indeleble de su amor al pasado imperial o, simplemente, su mente ya no soportaba más dolor e insatisfacción? Se cumplen cien años de su nacimiento y todos los interrogantes siguen abiertos. Para algunos, su fin es una dramática forma de protesta contra la extinción del Japón tradicional; para otros, una rebelión contra la perspectiva de la vejez y la decadencia física y mental: “A mi parecer”, le comentó al crítico literario Takashi Furubayashi, marxista y uno de sus críticos más implacables, “vivir sin hacer nada, envejecer lentamente, es una agonía, es desgarrarse el propio cuerpo. Todo esto me ha llevado a pensar que, como artista que soy, debo tomar una decisión”. No era la primera declaración en este sentido. En Introducción a la filosofía de la acción, había escrito: “Se tiende a honrar a quien ha dedicado toda su vida a una única empresa, lo cual es justo, pero quien quema toda su vida en un fuego de artificio, que dura un instante, testimonia con mayor precisión y pureza los valores auténticos de la vida humana”.
No es un secreto que Mishima era un reaccionario. Consideraba que la democracia era un sistema político solo apto para afeminados y concebía las políticas sociales como un signo de debilidad. Su obra es prolija: casi cuarenta novelas, dieciocho obras teatrales, veinte libros de relatos y una veintena de ensayos. Algunos títulos son auténticas obras maestras, como El Pabellón de Oro, Confesiones de una máscara, Caballos desbocados, El marino que perdió la gracia del mary Nieve de primavera. El mismo día en que cometió seppuku, el ritual de suicidio japonés por desentrañamiento, entregó a su editor el manuscrito de su última obra, La corrupción de un ángel, fin de la tetralogía El mar de la fertilidad.
Se dice que la fascinación de Mishima por el bushido, el camino del guerrero o código de los samuráis, procede de su abuela Natsu, descendiente de una familia vinculada a los samurái de la era Tokugawa. Natsu educó a Mishima y, probablemente, le transmitió su neurosis, pues poseía un temperamento colérico, obsesivo e imprevisible. Mishima nació en Tokio en 1925. Era hijo de un funcionario del Ministerio de Pesca y su nombre de nacimiento es Kimitake Hiraoka. Kimitake significa “príncipe guerrero”. Por insistencia de su abuela, estudió en Gakushūin, una escuela para los hijos de la aristocracia y los plebeyos de familia adinerada. A los doce años comenzó a escribir y se adentró en las obras de Wilde, Rilke y los clásicos de la literatura japonesa. Pálido y endeble, sufrió la incomprensión y el desdén de sus compañeros. Su talento literario no le ayudó a mejorar su popularidad. Al estallar la guerra, fue convocado por la Armada, pero acudió a la revisión médica con un catarro y lo rechazaron, creyendo que sufría tuberculosis. La experiencia le causó una honda amargura, pues había soñado con ser piloto kamikaze. Desechada esa posibilidad, pretendió hacer carrera como escritor, pero su padre, simpatizante del nazismo, le obligó a estudiar Derecho y a trabajar en el Ministerio de Finanzas.
Cuando finalizó la guerra, Mishima era un joven aspirante a escritor sin ideas políticas claras. En 1948, publicó su primera novela y, al año siguiente, adquirió el reconocimiento que anhelaba con Confesiones de una máscara, cuyo protagonista se llama Koo-chan, diminutivo de Kimitake. Al igual que Mishima, Koo-chan es un joven solitario, tímido y de salud quebradiza. Procede de una familia de clase media, pero sus compañeros de colegio pertenecen a la nobleza y le miran con desprecio. Su abuela, autoritaria y dominante, lo aísla de su familia y del mundo, prohibiéndole realizar actividades que impliquen el riesgo de sufrir alguna herida o accidente. El San Sebastián de Guido Reni fascina a Koo-chan y marca el inicio de su atracción por la belleza, la muerte, la sangre y los jóvenes de su mismo sexo. La esculturas clásicas griegas, con su mezcla de equilibrio y dramatismo, acentúan esa inclinación hacia lo trágico y lo sublime. Poco después, conoce al atlético Onomi y se siente atraído por él, pero el miedo a la reprobación social le empuja a casarse con la hermana de uno de sus amigos y a intentar convencerse de que realmente la ama. El carácter autobiográfico de Confesiones de una máscara revela la lucha por construir una identidad en un entorno hostil. Como Mishima, Koo-chan oscila entre el narcisismo y la introspección, el erotismo morboso y el ansia de pureza, la ambición desmedida y las tendencias autodestructivas.
El éxito de Confesiones de una máscaraanimó a Mishima a consagrar todas sus energías a la literatura. En sus novelas siguientes, Sed de amor (1950), El color prohibido (1951) y El rumor del oleaje (1954), reaparece el vínculo entre el amor y la muerte, el erotismo y la destrucción. En las obras de este período, amar nunca es una experiencia apacible. La pasión siempre cursa con violencia y confusión. Mishima aborda de nuevo el amor homosexual y los impulsos sadomasoquistas, y en El rumor del oleaje manifiesta su pasión por la cultura clásica y el ideal pagano, con sus antiguos dioses y su moral aristocrática. Al mismo tiempo, no disimula su antipatía hacia el progreso industrial y las grandes urbes como Tokio. Tampoco escatima los raptos de misoginia. Desde su punto de vista, lo masculino es la expresión de lo perfecto frente a lo femenino, deficiente e incompleto.
El Pabellón de Oro es quizás una de las novelas más perfectas de Mishima. Publicada en 1956, narra la historia de Mizoguchi, un joven tartamudo, solitario y acomplejado. Hijo de un sacerdote budista, vive fascinado por el Pabellón de Oro de Kioto. Después de ingresar en él como novicio, su obsesión por la belleza del lugar le impide establecer relaciones normales con sus semejantes. Ese conflicto desemboca en el incendio del Pabellón, malogrando definitivamente cualquier expectativa de felicidad. Incapaz de amar a las personas de una forma adulta, Mizoguchi no percibe otra salida que la inmolación en el altar de un ideal estético. La muerte es la única alternativa razonable para una conciencia enamorada de absolutos que jamás podrán cristalizar en el mundo real. Como podemos apreciar en esta novela, el suicidio viaja con Mishima desde muy temprano. No es solo una consecuencia de su identificación con el código del bushido, sino el fruto de una profunda inadaptación gestada durante su anómala infancia.
Durante la década de los sesenta, aparecen las obras más conocidas de Mishima: El marino que perdió la gracia del mar, una fábula sobre la inocencia corrompida, Nieve de primavera, una historia sobre el eterno conflicto entre la realidad y el deseo, Caballos desbocados, una parábola sobre el antagonismo entre tradición y modernidad, y El templo del alba, un elogio del Japón milenario, profundo y austero. Póstumamente, aparece La corrupción de un ángel, una sombría meditación sobre la decadencia cultural de Japón y la doctrina de la reencarnación. Entre sus ensayos, destaca En defensa de la cultura, que exalta al Emperador como expresión más alta de la cultura japonesa y artífice de su destino.
En 1968, Mishima funda la Sociedad del Escudo, un grupo paramilitar compuesto por trescientos hombres uniformados. Es su respuesta a la marea revolucionaria de la época. En 1971, ya ha decidido suicidarse mediante el rito samurái y comienza a organizar su dramática despedida. Solo conocen sus planes sus colaboradores más estrechos. No le asusta la perspectiva de morir: “El concepto japonés de la muerte es puro y claro, y en ese sentido es diferente de la muerte como algo repugnante y terrible tal como es percibida por los occidentales. La muerte [...] tiene el brillo infrecuente, claro y fresco del cielo azul entre las nubes”. El seppuku parece la forma de hacer realidad su sueño adolescente de morir como piloto kamikaze. Su lúgubre plan no es un obstáculo a la hora de participar en películas, obras de teatro y espectáculos públicos. Propuesto en tres ocasiones para el Premio Nobel de Literatura, el mundo reacciona con estupor cuando aparecen las noticias sobre su suicidio. En un alarde de mal gusto, la revista Time publica una fotografía de su cabeza decapitada.
¿Quién fue Mishima? ¿Un exhibicionista? Es lo que sugieren sus fotografías posando semidesnudo con la espada de samurái o recreando el martirio de San Sebastián. ¿Un insatisfecho? Ya de niño, escribió a un amigo del colegio: “dicen que no soy ni precoz, ni un genio, solo soy un engendro desagradable, y puede que tengan razón… me miro al espejo y digo, mira a este tipo que solo habla de literatura…”. En Confesiones de una máscara, esa impresión no parece haberse desvanecido: “...la vida me sirvió un banquete completo de sinsabores, cuando yo era demasiado joven para leer el menú...uno de los platos es que yo ahora esté escribiendo un libro tan extraño como este…”. ¿Puede que el rasgo más dominante de Mishima fuera el narcisismo? “Al fin logré un cuerpo, un verdadero cuerpo, y al conseguirlo me dominó la pasión por mostrarlo…”, escribe. Y, en otro sitio, añade: “Los músculos son a la vez fuerza y forma, y este concepto de una forma que envuelve a las fuerzas es la síntesis perfecta de mi idea de lo que debe ser una obra de arte; así los músculos que iba desarrollando eran a la vez existencia y obras de arte”. ¿O tal vez Mishima era ante todo un fascista? En Caballos desbocados, leemos: “Una vez encendida en el pecho de un hombre la llama de la lealtad, le es preciso morir...”. Mishima era todas las cosas que he mencionado: un exhibicionista, un insatisfecho, un narcisista, un fascista. Pero sobre todo era un poeta. Así lo atestigua su prosa. En El Pabellón de Oro, su descripción del edificio no puede ser más lírica y elocuente: “El presagio de belleza contenida en cada uno de los elementos estaba relacionado con el presagio de la siguiente belleza, de modo que este juego de sucesivos anuncios y presagios de una belleza que no existía en ninguna parte formaba por así decir el tema de fondo del Pabellón de Oro. Tales presagios constituían un indicio de la nada. La nada era la estructura de esa belleza”.
Mishima cortejó al crisantemo. Se dejó seducir por su delicadeza, pero su mente atormentada se obnubiló al contemplar la espada, cargada de sueños de gloria y grandeza. Perdió la gracia del crisantemo, la flor de la luz y la vida, y sucumbió bajo el filo de la espada. En la introducción de Confesiones de una máscara, Mishima cita un fragmento de Los hermanos Karamazov, de Dostoievski: “Lo más horroroso es que la belleza no solo es aterradora, sino también misteriosa. Dios y el Diablo luchan en ella, y su campo de batalla es el corazón del hombre. Pero el corazón del hombre solo de su dolor quiere hablar. Escuchad, que os contaré lo que dice...”. Tal vez el mayor mérito de Mishima fue plasmar el carácter aterrador de la belleza y liberar el dolor que había en su interior mediante palabras que cien años después de su nacimiento siguen estremeciéndonos.
Rafael Narbona Monteagudo
Muchas gracias por tus palabras. Y por las hermosas imágenes. Yo no conozco Japón. No descarto visitarlo algún día. Un fuerte abrazo
Chema Menéndez
Rafael muchas gracias a ti me satisface mucho tu manera de ser.