sábado, 11 de julio de 2020

La reconstrucción poscovid y el cuento de los “Cien economistas”


PAISAJES ECOLÓGICOS
Reconozco que estoy metido en temas diversos pero no importa disfruto con cada uno de ellos y además creo que las personas mayores también estamos obligados, todos los que queramos hacerlo, a aportar a la sociedad aquello que hemos aprendido poco o mucho pero siempre procurando que sea con criterio propio y estudiado.
Cuando leí el artículo que cito en la cabecera publicado en — CUARTOPODER— por el sociólogo Pedro Costa Morata lo del “cuento” me tocó la sensibilidad y me llevó a Somosaguas de la Universidad Complutense donde en los años 70 estudiábamos los economistas que de allí salimos y por el mundo andamos, ojalá que muchos.
Si tuviera que resumir la esencia de un Sistema económico no dejaría de tener en cuenta la importancia de la generación de riqueza y la distribución de la misma de la manera más justa y equitativa.
Cuando terminé de leer el artículo de Pedro Costa me di cuenta de que estaba ante una clase magistral sobre un tema de auténtica actualidad para la sociedad actual.
A la espera del documento que elaboren los expertos de referencia para tener las ideas más concretas no habrá que dejar de lado las interrogantes concienzudas de Pedro Costa y su alternativa al respecto.
Por cierto me gustó mucho la sugerencia de incorporar al equipo que él propone, diez poetas que digan con libertad que piensan de sus compañeros y, por supuesto de sus textos de expertos.Y aquí os dejo el artículo. Leerlo merece la pena.
La reconstrucción poscovid y el cuento de los ‘Cien economistas’
* Nada de esto apunta a que se haya entendido debidamente la crisis, que es ecológico-ambiental, y que viene (eso sí) generada por causas eminentemente económicas
* ¿Alguien reconocerá que eso del crecimiento económico carece de sentido ecológico e incluso social, ya que conlleva destrucción y consumo de recursos y posibilidades?
* Para la era poscovid, debiera alterarse antes de nada la composición de esos “Cien economistas”, con esta otra, alternativa: cincuenta ecologistas, diez sociólogos/antropólogos...
Pedro Costa Morata El viernes, 10 de julio de 2020
El presidente Sánchez, a través de una oficina de “prospección y estrategia” que, se dice, mira al largo plazo y que está vinculada a su Gabinete, ha fichado a cien economistas para que contribuyan con su docta opinión, a iluminar la “era poscovid”.
Como defectos de principio en esta iniciativa, subrayemos dos: uno liviano y otro muy serio. Sobre el primero, resulta inevitable recordar ese latiguillo, fundado en la experiencia, de que cuando no se quiere resolver (de verdad) un problema, “se crea una comisión y se encarga un estudio”, lo que reaparece en esta ocasión al hilo de una crisis, la del Covid-19, que no es parcial ni temporal, y que obliga a tomarse las cosas (definitivamente) en serio. El segundo punto de crítica es que se ponga en manos de economistas (suponemos que se trata de titulados, académicos o profesionales) la resolución de problemas económicos, es decir, la definición de políticas económicas, porque refleja una visión reduccionista e irreal de las cosas. Las políticas a acometer exigen visiones mucho más amplias.
Habría que añadir a estas dos objeciones de principio, la advertencia de que nada de esto apunta a que se haya entendido debidamente la crisis, que es ecológico-ambiental, y que viene (eso sí) generada por causas eminentemente económicas: de ahí la potente objeción que hay que interponer al protagonismo de los economistas, cuya ciencia, así como su práctica, son en gran medida las culpables de la crisis. La formación y la praxis de los economistas de carrera excluyen generalmente la preocupación por la conservación de los recursos naturales y la protección del medio ambiente, y esto los descalifica como colectivo al que hacer partícipe de las decisiones de la era poscovid. Planteemos algunos interrogantes a la espera de conocer los documentos que vaya a elaborar ese grupo de sabios de la economía, apelando a la doble sensibilidad social y ecológica, sin la que no merece la pena seguir elucubrando.
Antes de nada, ¿se van a llenar esos informes de lugares comunes tan manidos como que el crecimiento del PIB y la disciplina fiscal crean empleo, así como los beneficios, y que la inflación genera desempleo, relacionados con leyes tan falsas como interesadas? ¿Se mantendrán las economías de escala como clave de productividad y competitividad? ¿Alguien reconocerá que eso del crecimiento económico carece de sentido ecológico e incluso social, ya que conlleva destrucción y consumo de recursos y posibilidades? ¿Serán todos adeptos de la religión del mercado?
En segundo lugar, y contra la nefasta “conclusión” que se dice que hay que extraer de la crisis sanitaria, ¿van a proponer la acelerada digitalización de la economía y la empresa, conscientes de la superproducción de desempleo que esto implica y de la superexplotación del trabajador que induce, como alegre y convencida sumisión a los intereses empresariales, más oportunistas y codiciosos que nunca? ¿Podremos esperar que estos economistas entiendan que la pavorosa recarga electromagnética de nuestro ambiente y de la biosfera no puede traer más que consecuencias nefastas para la salud y el medio ambiente? ¿Se centrarán, siguiendo la moda impuesta por el lobby tecnológico, en la fanática exaltación del 5G, que sólo aporta, en limpio, el relanzamiento de beneficios de las empresas de telecos, a cambio de pérdidas en lo sanitario, lo ambiental, lo social y lo laboral?
En tercer lugar, ¿se van a mantener como principios básicos de la economía y las relaciones económicas el libre comercio, la globalización irrestricta y la “integración” de producciones en sistemas cada vez más desintegrados en lo material y lo espacial? Todo esto va contra el medio ambiente y los intereses del mundo del trabajo, y alguien debiera de tener la valentía de hacerlo observar. ¿Quién se atreverá a proponer el pleno empleo, con lo fácil –además de justo– que sería?
Como detalle acerca de una de las consignas escuchadas, ¿van a respaldar la iniciativa de subvencionar con 4.000 euros la compra de un automóvil, en lugar de premiar, con esos mismos euros, o con más, a quienes abandonen el suyo como reconversión personal hacia el transporte público y sus inmensos beneficios? ¿No se va a reconvertir el sector automovilístico a producir para el transporte público?
¿Va a menudear, en los textos por entregar, esa alusión al Estado de bienestar, a sabiendas de que, según han ido avanzando los siglos XX y XXI, sus enseñanzas sólo permiten que ese eslogan pueda calificarse de ficción, y que debe sustituirse, lealmente, por Estado de escasez y austeridad? ¿Alguien va a recordar que lo que importa es atender las necesidades sociales, siempre en estrecha relación con la equidad?
En las escasas alusiones al medio ambiente que se esperan (aparte de dar, con la frivolidad acostumbrada, por “sostenibles” todas sus ocurrencias), ¿descubrirán que el medio ambiente se protege tocándolo lo menos posible, o sea, alejando la actividad económico-productiva de la naturaleza, y que su conservación no es cosa de inversiones, grandes proyectos o presupuestos pretenciosos?
¿Se va a mantener, para el campo, esa hoja de ruta de inspiración tecnocrática y bruselense, que insiste en la “rentabilidad de las explotaciones” a base de la agricultura química y de exportación, tóxica para las personas, las aguas, los suelos y el ambiente en general? ¿Surgirá alguien que insista en la prioridad del agro en sentido (verdaderamente) económico, ambiental, energético-alimentario, laboral y cultural?
Por cierto, ¿alguno de esos expertos va a explicar la importancia de salirse del euro y recuperar una autonomía mínima, pero esencial, para los tiempos feroces e ingratos que vienen, en los que los poderes reales de la UE no van a darnos tregua?
¿Despuntara, en suma, alguna capacidad crítica que reconozca que hay que ir abandonando el mal camino que seguimos desde que la economía clásica confirmó que le importaba un comino el problema de los recursos, las limitaciones naturales y la limpieza del medio ambiente? Porque fue en el siglo XVIII, con sus diversas “revoluciones”, cuando se marcó como proyecto universal (a imponer con la represión en los países industriales y con la cañonera en el exterior) la sistemática agresión al planeta y a las sociedades futuras, como ya estamos constatando.
En alguno de esos papers que ahora ocupan a tanto sabio eminente, ¿se va a apuntar a la urgente evaluación de los costes ambientales y sociales de nuestro modelo económico, como clave de su descrédito e inviabilidad y como paso previo a la definición de esa “reconstrucción” tan anhelada?
La verdad es que, si de recabar opiniones expertas se trata, para ilustrar las serias medidas que debiera adoptar el Gobierno para la era poscovid, debiera alterarse antes de nada la composición de esos “Cien economistas”, con esta otra, alternativa: cincuenta ecologistas (entre ellos, no menos de diez “economistas ecológicos”, de los que la lista que critico prescinde olímpicamente, supongo que por radical ignorancia de su existencia); diez sociólogos/antropólogos de los que entiendan el mundo que viene; diez filósofos de entre los que menos escriban en la prensa; diez ingenieros/científicos naturales excluyendo, en principio, a los de Caminos, los Agrónomos y los de Telecomunicación, así como a los Físicos; diez economistas jóvenes, que sepan de termodinámica; y diez poetas, que digan con libertad qué piensan de sus compañeros y, por supuesto, de sus textos expertos.


domingo, 5 de julio de 2020

Julio del estío emperador

¡ Oh! mes de Julio del estío emperador 
haces que un soñador cante las alabanzas
del pensil en que viviste.

En sueños de la mente mía
para mostrar el querer 
y lo etéreo del placer
yo en tu vergel pintaría.
Buscaré la amanecía
del Edén y su confín.
Cuando el lienzo llegue al fin
el Eúfrates del Paraíso
aparecerá de improviso
para regar tu jardín.

Sigue adelante el camino 
que yo  seguiré en el sueño
de este mes que acabaste 
con parte de la vida mía.