martes, 29 de diciembre de 2020

Atención al mundo de la cultura

 

 Aprovecho los últimos días de este malévolo año para llevar mi atención al mundo de la cultura y del conocimiento que tan poco caso se les ha hecho.

De la mano del maestro Lolo de la Rosa os dedico mi interpretación de la “Canción del caminante enamorado” deliciosa creación del gran concertista y compositor Jose Luis Merlin.

Que el próximo año sea grato nos de salud para disfrutar del arte y de los que la hacen posible.

#chemaesarte


viernes, 11 de diciembre de 2020

Eneas,Anquises y Ascanio.En la pandemia.

Museo Borghese

 Alegoría de mi amigo Fidel Améstica.

"Bien vale recordar el conjunto escultórico de Bernini “Eneas, Anquises y Ascanio”. Eneas carga a su padre sobre los hombros, a quien libró de la destrucción de Troya. Algunos han destacado este gesto en relación con los ancianos víctimas de la actual pandemia de covid-19. Aquí está presente la historia misma y sus generaciones y lo sagrado de la humanidad. A pesar de la apostura poco convencional, Bernini mantuvo el eje vertical: en la base, la pierna izquierda de Eneas, su cadera robusta y el hombro que sostiene a Anquises, su padre; con ese equilibrio, su rostro puede salir del eje con expresión de alerta. Sobre el hombro, el pecho y el rostro del viejo extienden esa vertical y la proyectan hacia el cielo; la expresión del anciano es serena, armónica; y su mano izquierda sostiene sobre la cabeza de su hijo al penate, dios tutelar de la manutención hogareña, de la bodega de los alimentos, similar a cómo los dioses láricos custodian el fuego del hogar, y ese sentido de lo sagrado hogareño y comunitario es lo que pone sobre su entendimiento. El niño, Ascanio, hijo de Eneas y nieto de Anquises, es el portador del fuego. Ese eje vertical es el tronco del árbol sagrado; la luz se absorbe en la fronda proyectada en la cabellera del anciano y el dios penate, el entendimiento se iguala a alimentarse; la savia fluye en la fuerza de la pierna, la cadera, el pecho y el hombro de Eneas, interconectados con la fragilidad de la cadera de su padre y la luz de su mirada; y a la base, a la raíz, la energía de la memoria, portada por el niño que lleva el fuego. Tan barroco como helenístico es este conjunto; musculatura en tensión, focos de atención divergente, escorzo dinamizado entre luces y sombras, gestualidad intensa y expresiva; miedo en el niño, alerta en el héroe y serenidad en el anciano; virilidad, inocencia y sabiduría, valores clásicos puestos en movimiento, pero clásicos todavía al nacer del mencionado eje. Si Bernini fuera de este tiempo, no habría un solo eje, sino que tres, y desconectados: viejos sin sabiduría o sabios defenestrados, adultos sin virilidad ni carácter, y niños agresivos, tres ejes nacidos de la ausencia de lo sagrado."