Locomotora de vapor que ya no vas a volver dónde estará el maquinista y aquel que echaba el carbón y llamaban fogonero.
La
locomotora de vapor forma parte de mi vida, de mi infancia.
Nací
enfrente de una estación la de Atocha en Madrid mi padre trabajaba en los
trenes y además teníamos un vecino que era maquinista. El fue el primero que me
explicó lo del fogonero.
Me
gustaba mucho ir a la estación a esperar a mi padre que trabajaba de camarero
en los coches cama y así de paso contemplar aquella enorme máquina cuando
llegaba al andén echando humo que a mi me parecía un monstruo que en lugar de
gritar pitaba con un ruido ensordecedor era algo misterioso de dónde salía el
humo me preguntaba yo ¿es que dentro había una cocina?.
El
padre de mi vecina era un hombre encantador que escribía y dibujaba muy bien y
además era maquinista. A mi me gustaba estar en su casa cuando iba a salir de
viaje porque se ponía el mono de trabajo que yo le llamaba el uniforme y su
mujer le preparaba la comida en una pequeña cesta de mimbre.
Me
llamaba mucho la atención cuando me contaba que su compañero de viaje era el
fogonero que además de ayudarle echaba carbón a la caldera mientras él conducía
también me decía que al arder el carbón se generaba una presión en la caldera
que era lo que hacía andar a la máquina.
El
problema a veces se daba en las cuestas arriba que si no podía por el peso de
los vagones la máquina se desenganchaba de ellos para ir solos unos cuantos
metros y con el viento avivar el fuego para que la caldera cogiera la presión
suficiente entonces volvían atrás para engancharse de nuevo a los vagones y terminar
de subir la cuesta.
Esto
es lo que explicaba lo que pasaba en los veranos cuando iba con mi madre de
vacaciones a Asturias desde la estación del Norte también llamada Principe Pío
en el trayecto muchas veces a la subida a los puertos asturianos nos parábamos
durante un tiempo interminable sin saber el porque hasta que tuve la suerte de
que un día me lo explicó mi vecino.
Este
relato es para mi muy entrañable por el recuerdo que me trae de las vivencias
de aquellos años cincuenta. De mi infancia la vida en la calle y los juegos de las
chapas los cromos y el tacón y de mi adolescencia las muestras de solidaridad que mostrábamos entre todos
con esos baldes de zinc que para el aseo rutinario compartíamos entre la
vecindad.
Muy bonita tu explicacion ,ahora se porque se paraba el tren .Que tiempos aquellos!!!
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