viernes, 12 de marzo de 2021

Los tablaos flamencos no pueden desaparecer.


 La pandemia acaba con el flamenco en Madrid: los tablaos cierran sus puertas.

El flamenco para muchos es un sentimiento que se lleva dentro y sobre todo si has vivido esas noches de delirio y pasión en los tablaos de cualquier ciudad de España.
Los tablaos no pueden desaparecer son el paradigma del flamenco, de la guitarra, del cante, del bailaor del arte de la cultura universal.
Este es mi recuerdo dentro de la tristeza y nostalgia que me produce la noticia.
Cansado del recorrido me voy al tablao donde bailan las pasiones. Entro. Atravieso el portal con el agua que bendice. Miro adelante y vislumbro un ambiente de fragor. Arriba en el altar está ella con su energía y pasión. Abajo rezan guitarras, suena el coro de las palmas y canta la devoción. Arriba en su cara el misterio, en sus manos la caricia y en sus piernas la evasión. Su gesto es mi deseo. Su postura la insinuación en el volar de su vestido.
Me paro a pensar. Nunca creí que la volvería a ver. La última vez que nos juntamos se escribió un episodio en el libro de mi vida. Es la página que se escribe cuando emerge la pasión que llevas dentro y sientes la satisfacción que se escapa sin control. El alma va hacia el edén junto a Eva convertida en la figura arrastrada. Te envuelve, te engulle, te ahoga y te destroza. Te derramas y gritas. Susurras. Y nadie acude. El silbido. La serpiente hiberna.
Y si vuelvo. Entonces la aventura es desventura.
Prefiero describir los recuerdos cuando me adentro en el sueño. Las medias que acarician sus piernas suben hacia el refugio del rojo de su color que bordea sus caderas. Mis ojos van detrás hasta encontrar el cobijo. Es fuego lo que siento cuando miro sus pies frenéticos que rebotan sobre agujas. Agujas que clavan mi alma donde el fuego del deseo ya se apaga y extenúa.

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